El día 2 de octubre se celebra el Día Mundial del Hábitat. Cada año, el primer lunes de octubre Naciones Unidas conmemora este día con el objetivo de reflexionar sobre el estado de nuestros pueblos y ciudades y sobre el derecho básico de todas las personas a una vivienda adecuada. Con ello, la Organización busca recordar la responsabilidad colectiva en el futuro del hábitat humano. El tema de este año se centra en «Economías urbanas resilientes. Las ciudades como motores de crecimiento y recuperación».
Con este día da comienzo también el Octubre Urbano, un mes dedicado a promover un futuro urbano mejor, invitando a reflexionar sobre las diversas problemáticas que se dan en estos entornos y a generar nuevas oportunidades e iniciativas para un desarrollo sostenible en las ciudades.
Actualmente, las ciudades acogen a más de la mitad de la población mundial; una tendencia que se espera que continúe aumentando en los próximos años. La concentración de la población y del tejido económico en zonas urbanas, las convierte en vulnerables durante las crisis, así como en motores de impulso de la recuperación. “La acción local es vital y la cooperación mundial, indispensable. (…) Comprometámonos a construir asentamientos humanos inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles para todas las personas, en todas partes». Estas palabras de Antonio Guterres, secretario general de la ONU, nos invitan a pensar sobre la habitabilidad de las zonas donde vivimos. Necesitamos economías urbanas resilientes, pero también ciudades habitables para todas las personas.
¿Podemos disfrutar en igualdad de condiciones de nuestro hábitat?
Las distintas crisis, pero especialmente la de la COVID-19, puso de relieve una vez más cómo afectan de manera desigual a la población, provocando un grave impacto en las economías más vulnerables y visibilizando las situaciones de precariedad de los hogares y, más aún, de la falta de una vivienda.
Los asentamientos informales, en los que no se dispone de infraestructuras adecuadas, saneamiento o acceso a servicios básicos, son espacios donde las personas se ven gravemente discriminadas y expuestas a situaciones extremas. La ONU estima que una cuarta parte de la población mundial vive en este tipo de asentamientos. Así que, poner el foco en la transformación de estos entornos, para dotarlos de agua, electricidad y su conversión en viviendas adecuadas, debe ser una prioridad de los gobiernos para asegurar los derechos de estas personas y que las ciudades sean realmente inclusivas.
El sinhogarismo es, sin duda, otro de los fenómenos que visibilizan lo inhóspito de los entornos que habitamos. Añadido a la grave vulneración de derechos que supone no poder acceder a una vivienda, la arquitectura hostil es un obstáculo más para que las personas sin hogar puedan estar simplemente en la calle. Bolardos en zonas llanas o bancos individuales son algunos de los elementos que impiden que puedan disfrutar de los espacios públicos, tratando de expulsarles de los centros urbanos e invisibilizando esta problemática.
La configuración de nuestras ciudades condiciona la calidad de vida de las personas que las habitamos. Y los fenómenos climáticos extremos, como las olas de calor que sufrimos cada vez más frecuentemente, afectan especialmente a la población más vulnerable. Por lo que, disponer de zonas verdes cercanas, arboledas o refugios climáticos son cuestiones claves para sobrellevar estas situaciones, y serán imprescindibles para la habitabilidad de nuestros entornos en los próximos años.
Un hábitat resiliente tiene que ser capaz de adaptarse a las nuevas problemáticas a las que nos enfrentamos, de manera inclusiva y sostenible. De esta forma, el Día Mundial del Hábitat nos proporciona una plataforma para construir ciudades cercanas y acogedoras, que puedan ser habitadas por todas y todos.
Alba González, técnica de incidencia de la Asociación Provivienda.