Marco Antonio nació hace 56 años en el Cerro de Pasco, capital del distrito de Chaupimarca en el Perú. Con orgullo la reivindica como la ciudad más alta del mundo, a unos 3.500 metros sobre el nivel del mar, donde se ganaba la vida como jinete.
El 7 de junio de 2022 aterrizó en el aeropuerto de Madrid. Durante casi un año durmió entre albergues y hostales enfrentándose a un sinfín de dificultades. La que más le marcó era el viaje que hacía cada mañana para llegar a su trabajo en la finca de un pueblo a las afueras de la capital. “12 paradas en metro y un trayecto en autobús”, repitió Marcó en voz baja recordando la ruta.
Tras pensarlo durante unos segundos, consideró como “un empujón” su entrada, en abril de 2023, en el piso del programa Derechos a la vivienda, desarrollado por Provivienda y HOGAR SÍ, con la financiación de los fondos europeos Next Generation del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, a través del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 y en colaboración con 12 administraciones públicas.
“Siempre les dije a Provivienda y HOGAR SÍ que si yo encontraba un trabajo ya podría depender de mí mismo. Gracias a Dios fue una motivación muy buena el programa para conseguirlo”, contó. Hace un par de meses el cerreño empezó a trabajar de ganadero, lo que le ha permitido diseñar su plan de salida del proyecto para continuar su vida fuera de la red de atención al sinhogarismo.
Desde el programa Derechos a la vivienda uno de los objetivos ha sido que las personas alcanzaran plena autonomía en sus vidas, como lo consiguió Marco. Recordó con cariño a las técnicas que le acompañaron durante su estancia en el piso del proyecto. “Eduardo y Medina fueron mis angelitos de la guarda. Me han apoyado siempre, cuidándome y preocupándose por todo. Con sus palabras me incentivaban para salir adelante”, dijo emocionado.
Hace poco le ofrecieron la oportunidad de mudarse a un pueblo de Cantabria para continuar trabajando en el campo. Desde niño siempre quiso vivir en el medio rural porque le recordaba sus mejores años en la finca de su abuelo. Marco explicó con ilusión su decisión de mudarse al pueblo para montar en un futuro “una pequeña hípica”, tras el trabajo y la experiencia que lleva desarrollando durante este tiempo, además de ser para él el lugar más hermoso donde poder construir una nueva vida.
Otra de las metas fundamentales para Marco durante este tiempo ha sido regularizar su situación administrativa, que espera conseguir en pocos meses tras un largo proceso iniciado durante el proyecto, gracias al acompañamiento personalizado y flexible que respondió a sus intereses y necesidades vitales.
Su vida ha mejorado en todos los sentidos, pero si en algo hizo hincapié fue en su salud mental. “Yo no vine acá para que me mantenga el Estado o las ayudas. Vine para conseguir la vida que anhelaba. Necesitaba un empujón y el programa me lo dio”, sentenció. Con las metas cumplidas (o casi) en su maleta camino a Cantabria, Marco echó la vista atrás para recordar que las personas migrantes tienen más obstáculos para encontrar una vivienda. No obstante, afirmó: “Quisiera compartir con los compañeros que están todavía en el programa, que sí se puede, con papeles o sin papeles”.